Ya que mis últimas dos semanas estuvieron demasiado llenas de trabajo para coincidir con mis compañeros en un #MOOCafé decidí rendirme a la evidencia y simplemente aprovechar un raro momento libre para observar lo que había pasado en el encuentro virtual que tuvieron mis colegas de reto.
La primera impresión que me dio la visión en diferida del hangout fue que – no obstante todas las dificultades técnicas y las muchísimas interferencias – el grupo, guiado en este caso por Elena (@Biiski), había sabido entretener una discusión interesante y enriquecedora tanto para los participantes como para los espectadores.
En efecto, varios casos particulares puestos por algunos de mis compañeros a la atención de todos eran respuestas significativas a las preguntas planteadas en esta unidad 6 del curso eduPLEmooc.
Por ejemplo, Paola (@paolaiasci1) nos habló de como es – y no tendría que ser – la política sobre las redes sociales de una institución educativa como la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid, Adelina (@dibai1968) nos explicó como un colegio de Galicia integró las familias en el proceso educativo, Monika (@M_Heusinger) nos mostró como es una escuela casi ideal, Fabrizio (@fabriprofe) nos contó de los complicados tentativos de integrar las TICs en la enseñanza en la UCM, Sacra (@SacraJaimez) comentó la resistencia a las novedades tecnológicas de mucho profesorado y todos hicieron propuestas interesantes sobre diferentes maneras de mejorar la educación en este siglo XXI.
Observar a mis compañeros interactuar en tiempo real despertó en mi una constatación que sin duda sonará banal en las orejas de cualquier mediólogo que me lea y que aún así me sorprendió: del hangout desprendían una vivacidad, una sensación de colaboración real y de creación de vínculos humanos, una eficacia en el intercambio, juicio y confutación de algunas ideas que ningún muro de ninguna comunidad virtual había podido transmitirme. En suma me di cuenta de que puede ser que un encuentro – virtual o aún mejor real – cara a cara sea un elemento necesario en la creación de una red de aprendizaje sólida, o por lo menos en su transformación en una comunidad de aprendizaje.
La primera impresión que me dio la visión en diferida del hangout fue que – no obstante todas las dificultades técnicas y las muchísimas interferencias – el grupo, guiado en este caso por Elena (@Biiski), había sabido entretener una discusión interesante y enriquecedora tanto para los participantes como para los espectadores.
En efecto, varios casos particulares puestos por algunos de mis compañeros a la atención de todos eran respuestas significativas a las preguntas planteadas en esta unidad 6 del curso eduPLEmooc.
Por ejemplo, Paola (@paolaiasci1) nos habló de como es – y no tendría que ser – la política sobre las redes sociales de una institución educativa como la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid, Adelina (@dibai1968) nos explicó como un colegio de Galicia integró las familias en el proceso educativo, Monika (@M_Heusinger) nos mostró como es una escuela casi ideal, Fabrizio (@fabriprofe) nos contó de los complicados tentativos de integrar las TICs en la enseñanza en la UCM, Sacra (@SacraJaimez) comentó la resistencia a las novedades tecnológicas de mucho profesorado y todos hicieron propuestas interesantes sobre diferentes maneras de mejorar la educación en este siglo XXI.
Observar a mis compañeros interactuar en tiempo real despertó en mi una constatación que sin duda sonará banal en las orejas de cualquier mediólogo que me lea y que aún así me sorprendió: del hangout desprendían una vivacidad, una sensación de colaboración real y de creación de vínculos humanos, una eficacia en el intercambio, juicio y confutación de algunas ideas que ningún muro de ninguna comunidad virtual había podido transmitirme. En suma me di cuenta de que puede ser que un encuentro – virtual o aún mejor real – cara a cara sea un elemento necesario en la creación de una red de aprendizaje sólida, o por lo menos en su transformación en una comunidad de aprendizaje.
De todas formas, como ya dije, por desgracia no pude participar al hangout organizado por mis compañeros, y me veo obligada a reflexionar aquí a solas sobre estas tres preguntas:
- ¿Cómo me gustaría que fuese mi Escuela o centro educativo?
- ¿Cómo debería ser la Educación del siglo XXI?¿En qué tendría que cambiar?
- ¿Qué se puede hacer desde la Escuela para que la Educación sea un asunto importante para toda la comunidad, y no sólo de los docentes o de padres y madres?
Yo no trabajo en un centro educativo si no en empresas y con pequeños grupos de estudiantes particulares. Sin embargo estuve en muchos centros educativos y no cabe duda de que tengo algunas ideas sobre cómo tendría que ser una escuela.
A tal propósito me hizo meditar mucho el diálogo que tuvieron en el hangout mis compañeras Monika y Sacra sobre la propiedad de los equipos tecnológicos que utilizan los estudiantes para aprender.
En síntesis Sacra explicaba la mejoras que tuvieron lugar en Andalucía después de puesta en practica del Plan Escuela TIC 2.0, que preveía que a cada niño le fuese entregado un ordenador portátil personal, mientras que Monika decía que en su escuela, en Alemania, las tabletas pertenecían al instituto mismo, con todas las ventajas a nivel de configuración, manutención etc. que esta solución comportaba.
Yo personalmente aprecio mucho el modelo alemán, y creo que es el correcto.
Aquí en España (y en Italia) he notado una polaridad entre los casos en los que se pide al aprendiz llevar a la escuela sus equipos tecnológicos – el famoso bring your own device, que presupone siempre una elevada disponibilidad económica privada - y los casos en los que se le da a (algunos) estudiantes un equipo – que deja así de ser un bien público finalizado a la educación y pasa a ser un objeto privado que cada uno puede usar como quiera...
Paralelamente los centros educativos muchas veces no disponen de equipos in situ o si hay ordenadores y servicios colectivos las barreras que se interponen entre los aprendices y los mismo son muchísimas: horarios limitados para utilizar el aula de informática, restricciones de acceso a las páginas webs de redes sociales (como pasa en la Escuela Oficial de idiomas de Madrid según nos cuenta Paola), imposibilidad de conectarse a internet sin autorización, etc.
En Alemania sucede al revés. Los centros públicos están equipados con material informático que todos pueden utilizar y no hay obstáculos si no facilitaciones para acceder a estos recursos colectivos.
Me parece que detrás de estas diferentes soluciones al mismo problema – como hacer que las personas tengan una buena alfabetización digital – se esconde un concepto de educación disomogéneo.
Las dotaciones públicas de las escuelas alemanas parecen apostar por una idea de educación como bien de todos y que todos tienen que poder adquirir con igual comodidad y facilidad. Por eso aunque las desigualdades sociales sigan existiendo fuera del aula, por lo menos en la escuela cada estudiante tiene a su alcance todos los recursos que necesita, los obstáculos en su camino hacía el conocimiento se aplanan y su capacidad de autodirigir el proprio aprendizaje es reforzada.
En España y en Italia por lo contrario hay muchos obstáculos – económicos, burocráticos – que impiden que todos lleguen a adquirir la mayoría de las famosas competencias básicas recomendadas por el Lifelong Learning Programme de la Union Europea, ya que no es solo el desarrollo de la competencia digital a ser condicionado y al final circunscrito por una organización de la educación demasiado burocratizada y desigual.
En efecto el abismo entre las diferentes políticas de acceso a la cultura de los dos países - restricciones de acceso a las bibliotecas universitarias, tasas escolares y universitarias e IVA cultural muy altas por un lado, casi ausencia de limitaciones burocráticas y económicas en la aproximación de cada individuo a la cultura por el otro - se traduce en una diferencia sustancial en los niveles medios de adquisición de cualquier tipo competencia indispensable .
A tal propósito me hizo meditar mucho el diálogo que tuvieron en el hangout mis compañeras Monika y Sacra sobre la propiedad de los equipos tecnológicos que utilizan los estudiantes para aprender.
En síntesis Sacra explicaba la mejoras que tuvieron lugar en Andalucía después de puesta en practica del Plan Escuela TIC 2.0, que preveía que a cada niño le fuese entregado un ordenador portátil personal, mientras que Monika decía que en su escuela, en Alemania, las tabletas pertenecían al instituto mismo, con todas las ventajas a nivel de configuración, manutención etc. que esta solución comportaba.
Yo personalmente aprecio mucho el modelo alemán, y creo que es el correcto.
Aquí en España (y en Italia) he notado una polaridad entre los casos en los que se pide al aprendiz llevar a la escuela sus equipos tecnológicos – el famoso bring your own device, que presupone siempre una elevada disponibilidad económica privada - y los casos en los que se le da a (algunos) estudiantes un equipo – que deja así de ser un bien público finalizado a la educación y pasa a ser un objeto privado que cada uno puede usar como quiera...
Paralelamente los centros educativos muchas veces no disponen de equipos in situ o si hay ordenadores y servicios colectivos las barreras que se interponen entre los aprendices y los mismo son muchísimas: horarios limitados para utilizar el aula de informática, restricciones de acceso a las páginas webs de redes sociales (como pasa en la Escuela Oficial de idiomas de Madrid según nos cuenta Paola), imposibilidad de conectarse a internet sin autorización, etc.
En Alemania sucede al revés. Los centros públicos están equipados con material informático que todos pueden utilizar y no hay obstáculos si no facilitaciones para acceder a estos recursos colectivos.
Me parece que detrás de estas diferentes soluciones al mismo problema – como hacer que las personas tengan una buena alfabetización digital – se esconde un concepto de educación disomogéneo.
Las dotaciones públicas de las escuelas alemanas parecen apostar por una idea de educación como bien de todos y que todos tienen que poder adquirir con igual comodidad y facilidad. Por eso aunque las desigualdades sociales sigan existiendo fuera del aula, por lo menos en la escuela cada estudiante tiene a su alcance todos los recursos que necesita, los obstáculos en su camino hacía el conocimiento se aplanan y su capacidad de autodirigir el proprio aprendizaje es reforzada.
En España y en Italia por lo contrario hay muchos obstáculos – económicos, burocráticos – que impiden que todos lleguen a adquirir la mayoría de las famosas competencias básicas recomendadas por el Lifelong Learning Programme de la Union Europea, ya que no es solo el desarrollo de la competencia digital a ser condicionado y al final circunscrito por una organización de la educación demasiado burocratizada y desigual.
En efecto el abismo entre las diferentes políticas de acceso a la cultura de los dos países - restricciones de acceso a las bibliotecas universitarias, tasas escolares y universitarias e IVA cultural muy altas por un lado, casi ausencia de limitaciones burocráticas y económicas en la aproximación de cada individuo a la cultura por el otro - se traduce en una diferencia sustancial en los niveles medios de adquisición de cualquier tipo competencia indispensable .
Por suerte la red y los recursos que ésta ofrece favorecen el aumento del número de los que pueden optar por un aprendizaje informal en comunidades que toman forma online.
Sin embargo la baja alfabetización digital y el carácter de novedad que aún tiene en España la competencia aprender a aprender no beneficia la difusión de los aprendizajes informales, que por otra parte tampoco gozan de suficiente reconocimiento a nivel institucional.
Todas estas características del sistema educativo español parecen mostrar una escasa aptitud del mismo en poner en el centro del proceso de aprendizaje el aprendiz mismo, a hacer de el – sobre todo a través de la competencia aprender a aprender - un individuo capaz de orientarse y formarse solo, según sus necesidades y intereses.
En efecto creo – por contestar finalmente a la segunda pregunta - que el futuro de la educación se encuentra en el acceso de todos durante toda la vida a la misma y en la capacidad de cualquiera de elegir autónomamente que, como, cuando y con quien aprender.
Obviamente en este futuro ideal toda la comunidad tomará parte al proceso educativo, porque de alguna forma nunca nadie saldrá del todo del mismo, pero ¿qué podemos hacer hoy para que la educación se vuelva realmente un asunto público?
Durante el hangout Adelina nos contó el caso de una escuela de Galicia donde se había decidido abrir a todos el aula de informática durante las tardes. Los padres habían empezado a participar mucho más en la vida de la escuela y los resultados de los alumnos habían mejorado sensiblemente.
El asunto es aún más interesante si se tiene en cuenta el hecho de que el experimento se llevó a cabo en una escuela situada en una zona muy pobre de Galicia, donde ni los padres ni la escuela disponían de otros recursos económicos para sustentar la formación de los estudiantes.
En Cataluña – donde yo vivo – hay escuelas que realizan proyectos similares, abriendo el instituto a las familias durante las tardes, para que padres y madres puedan tomar parte a la educación de sus niños, y los frutos han sido igual de buenos. No obstante estos casos, me parece que la idea de que la escuela sea un lugar donde aparcar los niños para que aprendan “algo” sin preocuparse excesivamente de lo que pasa allí – excepto, a veces, en los casos en que las notas que llegan a casa no sean satisfactorias para los padres – es aún demasiado difusa en las familias.Personalmente creo que una buena manera de hacer participar más la sociedad entera en el tema de la educación podría ser abrir las puertas de las escuelas a las personas mayores, que tienen ya un papel relevante en el cuidado de los niños fuera del horario escolar. Los ancianos en muchos casos tienen detrás de ellos una vida entera de aprendizajes informales y podrían compartir toda esta sabiduría con los niños.
Sin embargo la baja alfabetización digital y el carácter de novedad que aún tiene en España la competencia aprender a aprender no beneficia la difusión de los aprendizajes informales, que por otra parte tampoco gozan de suficiente reconocimiento a nivel institucional.
Todas estas características del sistema educativo español parecen mostrar una escasa aptitud del mismo en poner en el centro del proceso de aprendizaje el aprendiz mismo, a hacer de el – sobre todo a través de la competencia aprender a aprender - un individuo capaz de orientarse y formarse solo, según sus necesidades y intereses.
En efecto creo – por contestar finalmente a la segunda pregunta - que el futuro de la educación se encuentra en el acceso de todos durante toda la vida a la misma y en la capacidad de cualquiera de elegir autónomamente que, como, cuando y con quien aprender.
Obviamente en este futuro ideal toda la comunidad tomará parte al proceso educativo, porque de alguna forma nunca nadie saldrá del todo del mismo, pero ¿qué podemos hacer hoy para que la educación se vuelva realmente un asunto público?
Durante el hangout Adelina nos contó el caso de una escuela de Galicia donde se había decidido abrir a todos el aula de informática durante las tardes. Los padres habían empezado a participar mucho más en la vida de la escuela y los resultados de los alumnos habían mejorado sensiblemente.
El asunto es aún más interesante si se tiene en cuenta el hecho de que el experimento se llevó a cabo en una escuela situada en una zona muy pobre de Galicia, donde ni los padres ni la escuela disponían de otros recursos económicos para sustentar la formación de los estudiantes.
En Cataluña – donde yo vivo – hay escuelas que realizan proyectos similares, abriendo el instituto a las familias durante las tardes, para que padres y madres puedan tomar parte a la educación de sus niños, y los frutos han sido igual de buenos. No obstante estos casos, me parece que la idea de que la escuela sea un lugar donde aparcar los niños para que aprendan “algo” sin preocuparse excesivamente de lo que pasa allí – excepto, a veces, en los casos en que las notas que llegan a casa no sean satisfactorias para los padres – es aún demasiado difusa en las familias.Personalmente creo que una buena manera de hacer participar más la sociedad entera en el tema de la educación podría ser abrir las puertas de las escuelas a las personas mayores, que tienen ya un papel relevante en el cuidado de los niños fuera del horario escolar. Los ancianos en muchos casos tienen detrás de ellos una vida entera de aprendizajes informales y podrían compartir toda esta sabiduría con los niños.
De hecho nuestra sociedad contemporánea ha querido en su afán para la novedad y la juventud excluir a estos actores sociales del mundo de la formación, olvidando que el rol de educadores ha pertenecido siempre a los ancianos de la tribu, a los que habían acumulado más experiencia durante su vida.
Me pregunto si no sería necesario volver a poner en contacto estos dos extremos de nuestra sociedad y hacer de ellos actores relevantes del juego social, en abierta oposición a la vulgata dominante que los olvida y deja al margen porque - ya o aún - no son individuos productivos en el sentido más capitalista del término.
Me pregunto si no sería necesario volver a poner en contacto estos dos extremos de nuestra sociedad y hacer de ellos actores relevantes del juego social, en abierta oposición a la vulgata dominante que los olvida y deja al margen porque - ya o aún - no son individuos productivos en el sentido más capitalista del término.